La autocorrección, es decir, la capacidad de cambiar de criterio cuando aparecen nuevos datos o evidencias sobre una determinada cuestión, es, según el maestro Yuval Noah Harari, uno de los elementos básicos, sino el principal, del progreso humano.
Una idea que choca frontalmente con la existencia de estados, sociedades, asociaciones y sectas basadas en la pretendida infalibilidad de sus representantes, sean humanos o divinos, poco o nada interesados en cuestionar las bases de su propia (y privilegiada) existencia.
Son aquéllos que siempre quieren tener la razón. Y no vamos a señalar a nadie.
Afortunadamente, y aunque sea dando dos pasos adelante y uno para atrás, la humanidad siempre ha ido avanzando en el camino de la autocorrección. Lentamente a partir de la Ilustración del siglo XVIII, de forma exponencial desde que la información y la comunicación transversales se han ido convirtiendo en el flujo indispensable de la condición humana.
"La democracia es una conversación y las conversaciones se basan en el lenguaje" dice Harari en “Nexus”. En el lenguaje y en creatividad, de la que también habla el autor, añadiríamos modestamente nosotros, dado que es la creatividad la que rompe patrones una vez identificados y debidamente analizados.
Lenguaje y creatividad son precisamente las herramientas con las que el homo sapiens ha conseguido deshacerse de su parentesco con otras especies zoológicas menos o nada capaces de pensar en porqué las cosas son como son.
Saber responder por qué las personas dicen y hacen lo que dicen es la fórmula magistral de la comunicación. Y ya sabemos que sin comunicación no hay autocorrección ni democracia.
Por muy imperfecta que sea.
¡Feliz mes de mayo!.