Estaba a pocos meses de terminar la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas cuando llegué a Intermèdia. Recuerdo aquel tiempo como una de las etapas más especiales y enriquecedoras de mi camino profesional.
Fue casi un año trabajando codo con codo con un equipo que me acogió desde el primer día. Intermèdia fue, para mí, mucho más que una primera oportunidad: fue una puerta abierta al mundo real de la comunicación. Clientes, eventos, prensa… Todo aquello que había aprendido en el aula cobraba forma en un entorno vivo, exigente y apasionante que me hizo crecer personal y profesionalmente.
Guardo un recuerdo muy especial de los Intermèdia Confidencial, del intenso fin de semana en la XXXV Reunión Anual del Cercle d’Economia, del concierto benéfico Rock & Law, de los eventos en los centros comerciales Glòries, Splau y La Maquinista, o del Congreso Mundial de Zonas Francas, entre otros.
También recuerdo una de las primeras mañanas en el Mercado de la Boqueria con Salvador Capdevila y Òscar Ubide. Teníamos que preparar una convocatoria de prensa para la inauguración del Aula Boqueria, y nos invitaron a desayunar en el mercado. Paseamos entre los puestos; ellos conocían el nombre y apellido de todos los paradistas, y la gente los saludaba con confianza y cariño. Nos contaron anécdotas, curiosidades sobre los productos, la antigüedad de los puestos y algunas de las acciones previstas para el año siguiente, cuando el mercado celebraría su 180º aniversario. Se notaba que respiraban la profesión y amaban aquel espacio como su casa. Más allá del trabajo, pues, los clientes se convertían en cómplices y compañeros de viaje que hacían el día a día más humano y auténtico.
Todavía puedo oler las mañanas en Mauri fotografiando desayunos y capturando el ambiente barcelonés del local. O aquella tarde preparando el kit de prensa para la campaña de primavera de los centros comerciales: recortar, pegar, empaquetar… Dentro de una agencia hay mucho trabajo invisible que no se ve, pero que marca, sin duda, la diferencia en el resultado final.
Aquel tiempo dio para mucho: mucho trabajar, pero también mucho disfrutar.
Y es que detrás de cada proyecto, siempre había nombres propios. Podría hablar de Clàudia, siempre dispuesta a plantear nuevas oportunidades; de Joan y Noèlia, con quienes compartimos retos y muy buenos momentos; de Germán y Andrea, con quienes vivimos momentos intensos y gratificantes a partes iguales. Profesionales excelentes como Marta y Raquel, con quienes siempre era un placer —y, a menudo, un ataque de risa— trabajar. Evelyn y su equipo, con quienes también tuve la suerte de coincidir y colaborar. Y, por supuesto, las compañeras y compañeros con quienes compartí momentos dentro y fuera de la oficina.
Si tuviera que resumir mi experiencia en pocas palabras, serían: profesionalidad, compromiso y equipo humano.
Porque detrás de cada proyecto hubo alguien que me escuchó, me enseñó y confió en mí. Y eso, para mí, es lo que da sentido a esta profesión.
Gracias siempre, Aina, Toni y equipo, por abrirme las puertas y por seguir confiando en mí. ¡Por muchos años más, familia Intermèdia!