Jorge Luis Borges aparece en la portada de Bartleby, el escribiente y no porque sea el autor de este relato sino porque es su traductor al español. La editorial Siruela considera relevante que un gran escritor traduzca a otro, Herman Melville, y usa su nombre como reclamo comercial. Se trata de un acierto, pero también de una honrosa excepción, ya que el arte de trasladar las palabras de una lengua a otra suele pasar muy desapercibido. Cierto que todavía hay quien abre las tapas de los libros extranjeros para saber quién los ha traducido, pero la mayoría de lectores no consideramos este factor y, si no nos gusta lo que leemos, acabamos dando todas las culpas, injustamente, al autor original.
Más allá de los nombres conocidos -el del mismo Borges, pero también los de Sergi Pàmies, Javier Cercas o Quim Monzó-, la mayoría de grandes traductores viven en la sombra y son celebrados por unos pocos, que ahora, atención, deberían estar un poco alerta. Y es que pronto podría aparecer en los créditos de un libro traducido, el nombre de una aplicación informática en vez del de un profesional de la lengua. Es decir: Google Translate (GT) podría sustituir a Borges. No quisiera parecer un (neo)ludita, ya que soy el primero en hacer uso de esta herramienta informática (la que, por ahora, me ha dado mejores resultados), pero no puedo evitar manifestar mi escepticismo.
Si bien las traducciones de GT entre lenguas similares (del español al catalán, por ejemplo) son bastante precisas («pan comido» traducido como «bufar i fer ampolles»), no ocurre lo mismo cuando los dos idiomas que entran en la ecuación se alejan un poco. El inglés-español no es, en este sentido, muy convincente y si ya partimos del japonés o del ruso la situación se complica aún más.
Dejadme, para aclararnos, que os ponga un ejemplo con las primeras palabras de Bartleby, el escribiente:
Primero, el original de Melville:
I am a rather elderly man. The nature of my avocations for the last thirty years has brought me into more than ordinary contact with what would seem an interesting and somewhat singular set of men, of whom, as yet, nothing that I know of has ever been written — I mean the law-copyists, or scriveners.
Después, la traducción de Borges:
Soy un hombre de cierta edad. En los últimos treinta años, mis actividades me han puesto en íntimo contacto con un gremio interesante y hasta singular, del cual, entiendo, nada se ha escrito hasta ahora: el de los amanuenses o copistas judiciales.
Finalmente, la traducción de Google Translate:
Yo soy un hombre bastante mayor. La naturaleza de mis ocupaciones de los últimos treinta años me ha llevado a más de un contacto normal con lo que parece un juego interesante y singular tanto de los hombres, de los cuales, hasta ahora, no hay nada que yo sepa nunca se ha escrito – me refiero a la legisladores copistas, o escribientes.
¿Qué ha pasado? Que GT, a pesar de ser una buena herramienta (no me cansaré de decirlo), queda totalmente en evidencia porque solo tiene en cuenta un factor: la fidelidad. La aplicación traduce el fragmento original punto por punto (palabra por palabra, signo de puntuación por signo de puntuación) y olvida que también hay que considerar, como hace el escritor argentino, la interpretación del original y la gramática, que es sensiblemente diferente en cada lengua. No dudo que, poco a poco, GT mejorará aún más, pero, por ahora, el resultado es el siguiente: Borges 1, Google 0. Continuará …