“Cuando eras pequeño, ¿fuiste a Disneyland? ¿Te encontraste Bugs Bunny? ¿Te abrazó?”.
Explica Xavier Sala i Martin en su último libro “De la sabana a Marte”, que 48 de las 120 personas entrevistadas por las investigadoras californianas Elizabeth Loftus y Jackie Pickrell, respondieron que recordaban perfectamente ese momento tan emocionante. Muy bonito. Pero resulta que Bugs Bunny es un personaje de Warner Brothers y no de Disney.
Aquellos recuerdos habían sido manipulados por un enorme cartel del simpático conejito, colgado en la pared de la sala donde se realizaban las entrevistas. El estudio demostró que es posible implantar recuerdos falsos en el cerebro de la gente. Y quien dice falsos recuerdos, dice falsas creencias.
El profesor norteamericano de psicología Albert Mehrabian asegura que sólo un 7% de la comunicación efectiva se transmite a través de la palabra, oral o escrita. El resto consiste en lenguaje corporal y otras percepciones. Analizar esas percepciones antes de sacar conclusiones parece, pues, un ejercicio indispensable a la hora de procesar la ingente cantidad de información que recibimos diariamente. Elegir cuidadosamente las fuentes de información más fiables a la hora de formarnos una opinión sobre cualquier tema que nos interese, también.
Por eso es necesario distinguir entre información (que debe ser contrastada), publicidad (que se propone la venta de un producto o servicio) y propaganda (que intenta ganar adeptos para una corriente de opinión concreta, generalmente política o ideológica).
Todo muy respetable, siempre y cuando no distorsione la realidad.
No vaya a ser que acabáramos abrazados a un conejito de mentira.
¡Feliz mes de julio!