Saben aquell que diu que iba un señor en dirección contraria por la autopista, esquivando un sinfín de coches que le venía de frente y, de repente, oye por la radio que dicen: “¡Atención, atención!” Los conductores que circulen en este momento por la autopista en dirección a Barcelona que vayan con mucho cuidado, que hay un loco que va en dirección contraria”. “¿Uno?”, grita el buen hombre. “¿Sólo uno?”. “¡Yo los veo a cientos!”.
Pues eso es lo que ocurre cuando el conductor de un proyecto, sea del tipo que sea, se empeña en una idea, acusa a sus oponentes de estar equivocados y de tener un “pensamiento único” y acaba perdiendo no solamente el sentido de la realidad sino incluso el de las palabras, que es cuando empiezan todos los desastres.
¿Recordáis aquella película titulada ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?? Pues yo, a menudo, también me pregunto “¿por qué lo llaman frentismo cuando quieren decir coincidencia?”. O, “¿por qué lo llaman españolizar cuando quieren decir castellanizar?”. O, “¿por qué lo llaman ataque cuando quieren decir defensa?”.
¿De verdad no invita a la reflexión el hecho de que haya un ochenta por ciento del Parlament más votado de la historia de Catalunya que coincida en defender una norma que desde hace más de treinta años no provoca ningún problema? ¿Se trata de una conspiración nacionalista? ¿Nazi, tal vez? ¿Todo ese ochenta por ciento es nacionalista? ¿O nazi? Por lo que tengo entendido, los socialistas no lo son: dicen que son federalistas. Ni los republicanos tampoco: dicen que son transitoriamente independentistas y que quieren dejar de serlo cuanto antes mejor. Ni los ecosocialistas, que son lo que son –y ahora tampoco es momento de romperse los cuernos averiguándolo–. ¿Quizá los de la CUP? No sé, ahora lo miro. ¿Y los de Solidaritat por la Independencia? Puede ser, pero ahora ya da igual.
¿Y al otro lado del espejo? Pues al otro lado está el PPC, que es el ala derecha del unionismo, y Ciutadans, que es su ala izquierda. En definitiva, un veinte por ciento. Realmente autónomos, sólo los de Ciutadans, con la diferencia añadida de que el PPC tiene el apoyo –o, mejor dicho, son el pequeño apoyo en Catalunya– de su primo Zumosol de las Españas, y los ciudadanos, con su aún virginal imagen, no tienen más apoyo que el de sus votantes.
Y todo esto, cuando uno circula en contradirección, se nota.