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Editorial: desde que el mundo existe

  • 04 May 2016
  • Opinión
per Toni Rodriguez Pujol
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Que te visite un grupo de estudiantes de periodismo y te empiecen a hacer preguntas, puede que sea una experiencia enriquecedora para ellos, pero lo es, sin lugar a dudas, para los anfitriones. Cada pregunta formulada, cada signo de interrogación no verbal, cada asentimiento o reticencia fue un estímulo que obligó a ordenar ideas, hallar explicaciones lógicas a la propia conducta y reformular argumentarios profesionales.

Los estudiantes de Periodismo de la UAB que nos visitaron el otro día, acompañados por el profesor y colega Andreu Farràs, querían saber, en definitiva, cómo un periodista puede convertirse en comunicador, y más aùn, en empresario de un agencia de comunicación, sin que hacer que chirríen los principios deontológicos del oficio. Una vieja cuestión gremial que nos devolvió a inflamar el alma.

«Me encanta que me haga esta pregunta», estuvimos a punto de responder. Porque la respuesta es fácil. Y vale tanto para los periodistas de fuentes (nosotros, los comunicadores) como para los periodistas de medios: se trata de no mentir jamás. El periodista que miente, aunque sólo sea una vez, profesionalmente, es hombre muerto. La agencia de comunicación que se dedique a ir explicando cuentos chinos, acabará contando pocos. Eso, si embargo, no significa que todo el mundo cuente siempre todo lo que sabe. Entre otras cosas, porque nadie está absolutamente seguro de lo que cree saber. Pero también por una cuestión de simple subsistencia. Y eso vale tanto para los periodistas de medios, que trabajan en empresas que tienen sus propios intereses políticos y económicos, como para periodistas de fuentes que trabajan para agencias de comunicación que viven de sus clientes.

Todo el mundo tiene clientes. Todo el mundo tiene una marca personal o colectiva. Hay un amigo y antiguo colaborador de InterMèdia que cuando hablamos de estas cosas, recuerda una canción de Peret que dice: «que levante el dedo el que no venda ná».

En cualquier caso, se trata de no vender material falsificado, caducado o robado. Más o menos como ocurre en todas las profesiones y empresas que quieren subsistir.

Desde que el mundo existe.

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