Dejamos atrás un 2018 lleno de noticias políticas, económicas y de ámbito social que nos impactan cada día y de forma notoria en nuestras vidas. El mundo está cambiando, y el temporal que experimenta la política es el claro reflejo de las nuevas formas de vida y de cómo la sociedad vierte sus sentimientos y enfados en su batalla diaria para vivir o, incluso, sobrevivir.
Cataluña vive hoy un conflicto enquistado, de difícil solución y que perdurará en el tiempo, mientras no se ponga sobre la mesa una solución factible y de futuro. Conceptos como prisión, exilio, 155, libertad o defensa de la unidad de España; todos ellos se han instalado en el marco mental de toda una sociedad. Un contexto, hoy, agravado por el auge desmedido de una ultraderecha que se consideraba reducida a la mínima expresión pero que ha aflorado con fuerza en los últimos tiempos.
La crisis económica y social ha dejado bastantes secuelas por el camino. Consecuencias económicas y sociales preocupantes y difíciles de superar para mucha gente. La sociedad está experimentando un cambio de sistema en todos los sentidos, enfocado únicamente a soluciones basadas en el corto plazo, en modelos de sociedad low cost y de valores líquidos.
Un dato: durante el primer semestre de 2018, el número de desahucios ha vuelto al nivel de los peores años de la crisis (2014). Una media de 44 familias al día perdió su casa porque no podían pagar el alquiler o la hipoteca, según datos publicados por el CGPJ.
Una constatación: la generación mil·lenial es tachada de individualista cuando tiende a compartirlo todo: el coche, el piso, la cocina, los espacios de trabajo, Netflix o la cuenta premium de Spotify. Lo hacen básicamente por pura necesidad y porque nos hemos cargado unos de los pilares básicos de la sociedad Babyboom: la propiedad.
Y un hecho: sin progreso económico no hay progreso social. Se hace difícil construir una sociedad sana y con una fuerte cohesión social si el sistema no es capaz de garantizar de forma digna los llamados cuatro pilares del estado del bienestar: educación, sanidad, pensiones y trabajo.
Estamos en las puertas del 2019, y soy consciente de que tocaría hacer un artículo esperanzador deseando un buen año para todos. Dejando al lado que, como siempre, lo más importante es gozar de una buena salud.
Sin embargo, y como nos decía el presidente Zapatero, hay lugar para los brotes verdes. El 2019 será el año D. El año en que pondremos las bases para el cambio de muchas cosas.
En política, se dictarán sentencias, habrá que negociar indultos, dar respuestas y soluciones al conflicto a corto y medio plazo. Habrá elecciones locales, europeas y autonómicas, y quizá también se convocarán en Cataluña y en España.
En economía, suben las pensiones y se aprueba la subida del salario mínimo a 900 € mensuales. Barcelona se posiciona como primera ciudad europea en captación de inversión extranjera según el Financial Times. Y el Barça presenta claras opciones para volver a ganar la liga y quizás la sexta Champions.
Y en el terreno de las efemérides, en 2019 será el año internacional de las lenguas indígenas y el año internacional de la tabla de los elementos químicos. Seguiremos buscando más elementos positivos.
Feliz año D!