Hace pocos días se cumplieron 5 años del inicio de la crisis financiera. El 9 de agosto de 2007, el BCE tuvo que intervenir los mercados con la inyección de casi 95.000 millones de euros para frenar el contagio de la crisis de las hipotecas subprime. Desde entonces, ya lo sabemos, las cosas no han dejado de ir a peor. Así, si comparamos la situación de aquellos días con el momento actual nos encontramos con un PIB del 3,8% que ha pasado a un-0’5%, una tasa de paro del 7,95% que ha subido hasta el 25%, un IBEX situado en los 14.800 puntos que ahora apenas llega a la mitad y una prima de riesgo de 21 puntos que no ha dejado de escalar hasta superar los 600. Un panorama, se mire como se mire, más que desalentador.
Como viene siendo habitual, no hay día que no encontremos titulares sobre intervenciones, recortes y subidas de impuestos, la desaparición del euro y el tan reclamado ajuste salarial. Recientemente, el BCE ha vuelto a «recomendar» la bajada de sueldos para incrementar la competitividad del país. Nada nuevo. Y poco a decir y a criticar si estas medidas, aplicadas a todo el mundo siguiendo el mismo criterio, nos tienen que ayudar a salir del agujero en el que estamos.
Y es que resulta poco coherente pedir a la gente que se ajuste el cinturón cuando algunos de los directivos de las principales empresas del IBEX 35 son los mejor remunerados del continente, con unos sueldos que llegan a ser hasta un 10% superiores a los de sus homólogos europeos. Y menos aún cuando estas empresas son las que acaparan buena parte del endeudamiento en el sector empresarial.
Por ello, dado el contexto económico actual, es de agradecer el anuncio que han hecho algunas multinacionales de este grupo tan selecto (Telefónica, Santander, Sacyr, Gas Natural…) de reducir las retribuciones de sus directivos y / o consejos de administración. Del mismo modo que también es de agradecer que el jueves 16 de agosto haya entrado en vigor la limitación salarial para los ejecutivos de bancos y cajas nacionalizados.
Parece, ahora sí, que se empieza a ser conscientes del momento en que nos encontramos y de la necesidad de llevar a cabo actuaciones contundentes para salir adelante. La fiesta se ha acabado y en la economía, como en muchos otros ámbitos, también se empieza a hacer evidente que el compromiso aparece cuando acaba la diversión. ¡Aunque sea un poco tarde!