Bill Clinton reina hoy en la portada del International Herald Tribune y en la mayoría de los diarios de Barcelona y Madrid, salvo ABC y La Razón, que se dedican a celebrar a su manera la aparente final del «caso Camps». Pocas novedades, pues, a «la une». Pero ayer me quedó un comentario en el rincón, que veo que aún impacienta. Vamos, pues.
Se trata de otro artículo aLa Vanguardia del querido Francesc-Marc Álvaro, con un título de inspiración hamletiana que dice: «Leer o no leer a Larsson». La tesis es bien sencilla: si hay un autor que gusta a mucha gente no puede ser muy bueno, porque la gente no es muy inteligente. Por lo tanto, no lo pienso leer, y además, lo haré saber a todos y les diré que estoy leyendo (alza parranda!) Un libreto de Stefan Zweig sobre Montaigne.
Un poco más y me caen al suelo las poesías de Juan Vinyoli que me estaba repasando. Pero aún había más: el periodista aprovecha la ocasión para menospreciar Vicky, Cristina, Barcelona, que, por cierto, no tenía ninguna culpa. Y entonces me cuadró todo. Es cierto que hay cosas que, por encima del éxito mundial, mediático y económico que hayan obtenido no pueden ser reconocidas por un intelectual como es debido. No sea que nos tomaran por imbéciles.
No obstante, esta noche empezaré el tercer libro de Millenium. Me lo estoy pasando pipa.
Un poco más y me caen al suelo las poesías de Juan Vinyoli que me estaba repasando. Pero aún había más: el periodista aprovecha la ocasión para menospreciar Vicky, Cristina, Barcelona, que, por cierto, no tenía ninguna culpa. Y entonces me cuadró todo. Es cierto que hay cosas que, por encima del éxito mundial, mediático y económico que hayan obtenido no pueden ser reconocidas por un intelectual como es debido. No sea que nos tomaran por imbéciles.
No obstante, esta noche empezaré el tercer libro de Millenium. Me lo estoy pasando pipa.