En 2008 empecé a trabajar de manera continuada en Intermèdia Comunicació, ¡y hasta hoy! Cuando me reincorporé, después de mi etapa universitaria y un tiempo viviendo fuera, encontré una empresa muy cambiada respecto a la que había conocido a principios de los 2000. Enlace al artículo que escribí sobre mis primeras experiencias en la empresa familiar.
Intermèdia Comunicació se había trasladado a unas oficinas más formales, en la calle Entença con Diagonal, con suelo de moqueta y luz de fluorescentes. Un edificio de oficinas con portero y tres ascensores. Dentro, el equipo también había crecido y estaba organizado en grupos de trabajo y áreas diferenciadas. Había directoras de cuentas, ejecutivas de cuentas y documentalistas, que se encargaban de los recopilatorios de prensa. El teléfono sonaba aún más a menudo y los recopilatorios de prensa ya no se enviaban por fax, sino por correo electrónico, aunque su elaboración todavía implicaba recortes de periódico, escaneos y fotocopias.
El horario seguía siendo el clásico de 9 a 14 h y de 16 a 19 h, con la tendencia a alargarse, tanto al mediodía como al final de la jornada. Ahora, con el paso de los años, las cosas han cambiado mucho, pero los valores esenciales de la empresa se han mantenido: esfuerzo, rigor en la búsqueda de la excelencia y compañerismo.
Hay dos cosas que fueron las que más me gustaron y engancharon. La primera son esos valores que aprendí de un grupo de profesionales excepcional. Todas compartían una manera de hacer, una cultura de trabajo en la que unas ayudaban a otras y nunca nadie se quedaba sola en la oficina cuando ya era de noche. Si hacía falta, se salía a buscar comida y tomar aire (o a dar una vuelta por L’Illa Diagonal) y se cogían fuerzas para continuar. Una cultura que buscaba la excelencia en cada proyecto, compartir con los compañeros/as para enriquecerlo y dar el mejor servicio. Recuerdo a mi padre revisando notas de prensa con el equipo, siempre buscando el mejor titular. Me hace especialmente feliz y orgullosa ver que estos valores han ido pasando de generación en generación y siguen en la empresa. En treinta y cinco años no se ha roto la cadena: cada profesional ha enseñado su manera de hacer a los más jóvenes, y los más jóvenes han estado lo suficientemente atentos para captarlo e integrarlo en su metodología.
La otra cosa que me cautivó fueron los proyectos. El primer trabajo que hice fue la organización de un acto de entrega de premios, la Medalla y Placa al Trabajo President Macià, que se celebraban en el Palau de la Generalitat, con el presidente (entonces José Montilla) y la consejera de Trabajo (entonces Mar Serna). Mis tareas iban desde escribir los guiones de los vídeos de los galardonados hasta imprimir, ensobrar y llevar las invitaciones a Correos. Ese trabajo lo hice durante varios años seguidos, y cada año con más soltura y orgullo de ser partícipe.
También viví experiencias profesionales igual de emocionantes, como unas elecciones a la presidencia del Fútbol Club Barcelona (con Marc Ingla, Ferran Soriano, Víctor Font, Joan Franquesa, Quim Jubert, entre otros). Y también el cierre de Spanair, que coincidió con el día en que trabajábamos en el desfile de Pierre Cardin en Barcelona. Y me lo perdí, tuve que decirle al taxista que, en lugar de llevarme al Saló del Tinell, me llevara a L’Hospitalet de Llobregat, donde atendimos las llamadas de los periodistas hasta la madrugada. También viajé con Schneider Electric al País Vasco, para comunicar la inauguración de una fábrica con la asistencia de los entonces príncipes de España, Felipe y Letizia.
Podría continuar con una lista muy larga, no acabaríamos, son muchos años hasta hoy. El caso es que esta es una de las partes de mi trabajo que más me gusta, poder vivir experiencias tan diferentes con tanta frecuencia. ¡No hay manera de aburrirse!
En el ámbito corporativo, también fui testigo de un gran crecimiento: en pocos años duplicamos la plantilla, duplicamos los metros cuadrados de las oficinas (alquilamos el despacho de al lado y derribamos la pared que los unía) y sumamos nuevos talentos que aportaron un gran valor a la empresa.
Intermèdia ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos sin perder su esencia. Hoy sigo formando parte de ella con la misma ilusión y orgullo que el primer día.