Cansado de leer frases rituales sin sentido, el Cardenal Thomas Lawrence se quita las gafas, mira a un auditorio repleto de sotanas, birretes y ambiciones personales y, de repente, les habla sobre los peligros de la certeza: el Santo Padre ha muerto y el decano del Cónclave, que debe elegir al sucesor para la sede vacante, pide a Dios Nuestro Señor que el “hombre” elegido sepa dudar, pues la duda, dice, es esencial para una fe viva y auténtica.
Y también para una vida sana y comunicativamente inteligente, añadimos nosotros.
La escena recoge el mensaje principal de Cónclave, la película de Richard Berger basada en una novela de Robert Harris, interpretada por Ralph Fiennes, Stanley Tucci, Sergio Castellitto e Isabella Rossellini, entre otros. Un filme que conviene observar con atención en un momento histórico en el que la construcción del relato depende en gran medida de intereses políticos y económicos muy concretos.
Por supuesto, hay muchos tipos de dudas. Está la duda que el predicador norteamericano Barnabas Piper (por cierto, divorciado e hijo de otro pastor) considera “duda incrédula”, aquella que poseen las personas que nunca están dispuestas a creer en nada, y está la duda creativa.
Los primeros son los que viven siguiendo el aforismo que dice: “piensa mal y acertarás”. Una actitud que los psicólogos Verónica Rodríguez Orellana y Ernesto de Antonio Hernández (Expansión, 24-10-2008) califican de pesimista, primaria, obstinada y autodefensiva. Es decir, una actitud que no lleva a ninguna parte.
Pero también existe la duda positiva. La duda racional. La duda necesaria. “Aprender a dudar es aprender a pensar”, escribió el poeta mexicano Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura 1990). Es la duda que fundamenta el espíritu crítico de las personas reflexivas, empáticas, abiertas y tolerantes, que saben que en este mundo no hay ninguna verdad absoluta.
Averiguarla y transmitir sus resultados es la misión de los emisores de información (medios de comunicación, redes sociales o diversas plataformas), pero formarse un criterio correcto es tarea de cada uno.
Empezando, naturalmente, por decidir qué canales de comunicación son los más fiables.
Una labor en la que Intermèdia ha sobresalido durante 35 años, gracias a sus magníficos equipos de trabajo y a la comunidad de clientes y amigos que la rodea.
Que sea por muchos años más.